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Luz Canser Cuenca. PIR-Ferrol. España |
El interés por los trastornos de la alimentación ha ido
en aumento en los últimos años tanto entre los profesionales
de la salud mental, entre los médicos de atención privada
como entre la sociedad en general. Esto se hizo notar el pasado 7 de marzo
en Santiago de Compostela, durante la conferencia pronunciada por Vicente
Turón en la Facultad de Medicina alrededor de esta problemática.
De modo general, describió la historia, los criterios diagnósticos, los aspectos psicopatológicos y las consecuencias médicas de la anorexia y la bulimia nerviosa. El elemento novedoso lo supuso la opinión de V. Turón acerca de la necesidad actual de prevención de estos trastornos mediante campañas informativas dirigidas a la población general, a las familias y a los grupos de riesgo. Esto provocó una pequeña polémica entre los asistentes, ya que algunos consideran contrapudecente este tipo de medida. Esa misma tarde y la mañana siguiente se celebró el seminario, de carácter más práctico, impartido por el psiquiatra V. Turón y el psicólogo F. Fernández. Cuando hablo de un caráncter más práctico, quiero decir exactemente eso, puesto que si bien no se saltaron los lógicos antecedentes y planteamientos teóricos, ambos ponentes nos sorprendieron contándonos aquello que hacen con las pacientes, lo cual resultó mucho más útil. Describieron el funcionamiento y derivación de los diferentes dispositivos, los protocolos que manejan, el trabajo con las familias, los modelos de autorregistro, la dinámica de las sesiones de grupo, el modelo de terapia cognitivo-conductual utilizada... y lo hicieron de modo claro exhaustivo y específico. El hecho de que los ponentes fuesen tan concretos permitión al resto de los presentes rentabilizar sus conocimientos ciñéndose a preguntas también concretas: "Cuando estamos en la báscula, ¿ Oculto el peso a la paciente ?. Nadie salió con ideas revolucionarias en el tratamiento de estos trastornos, pero sí con respuestas claras sobre alguna de sus preguntas y con el conocimiento del "modus operandi" en el Hospital de Belvitge, así como la efectividad de sus tratamientos según las investigaciones realizadas hasta ahora por este equipo. Otro punto interesante, y sorprendente en nuestro ámbito, fue la autocrítica manifestada por ambos profesionales. El suicidio de pacientes presionadas por el tratamiento y la cronificación
de otras muchas son mal asumidos, puesto que atacan directamente nuestra
autoestima como terapeutas. A veces esto lleva al planteamiento de las
terapias más como un reto profesional que como un beneficio real
para la paciente.
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