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César González-Blanch Bosch. PIR. Ourense. España. |
El doctor Mabuse, loco y atado, hipnotizado e hipnotizador, manuscribía
sin descanso hasta treinta páginas por día, sino más.
La prolija conducta escritural (Rosenhan) del iluminado doctor guió
fatalmente a su custodio y poseso, el doctor Baum. Los exegetas y los censores
vieron en aquella historia una alegoría sociopolítica, con
lo que el arte paso a mensaje, y el mensaje encajonado se olvidó.
En eso venía reflexionando, a la salida del cine, camino de casa, sin tomar consciencia de que me iba acercando al análisis de un artículo sobre la alexitimia que tenía pendiente. El artículo tiene el título, poco inspirado pero exhaustivo, de "Alexitimia, afecto positivo y negativo, y reactividad al estrés: relaciones con sintomatología somática y enfermedad" (Análisis y Modificación de Conducta, 1996, Vol. 22. Nº 84), lo firman B. Sandín, M.A. Santed, P. Chorot y R. Valiente, investigadores de la UNED. He de reconocer que escogí este estudio, que debía comentar en uno de nuestros seminarios, con cierta urgencia y frivolidad; sin leer (o leyendo pero sin asimilar) más que la primera palabra del título: alexitimia. Aunque habrá quien pueda analizar esta elección mía con otros fundamentos, por lo que a mí respecta, salió del gusto por lo anecdótico y lo disperso, a falta de una formación definida y de un espíritu perseverante. Pero en este caso no bastaba con curiosear y desechar, como tantas otras veces hemos hecho, debía comprender y explicar. Y me encontraba a 521 kilómetros (aprox.) de la posibilidad de revocar mi elección. El estudio se inscribe en la investigación sobre la personalidad predispuesta al malestar (distress-prone personality). En él se buscan correlaciones entre las variables de alexitimia, afecto (positivo y negativo) y reactividad al estrés, medidos a través de respectivos cuestionarios (TAS, PANAS, IRE) contestados por correo por estudiantes de la UNED; se buscan correlaciones entre aquéllas y las de sintomatología somática (inventario ESS) y enfermedad (enfermedades diagnosticadas), que, a la hora de calcular el poder predictivo de las primeras sobre estas últimas, serán utilizadas como variables dependientes en la ecuación de regresión múltiple (stepwise). Alguien dijo que la inteligencia es lo que miden las pruebas de inteligencia, ¿sucederá lo mismo con la alexitimia, el afecto y el estrés? ¿Será la enfermedad lo que los sujetos recuerdan sobre las enfermedades diagnosticadas? No lo sabemos porque el trabajo carece de una reflexión previa sobre los constructos empleados, así como de unas hipótesis más allá del algo pasará. Con esto, el manejo estadístico de los datos no aporta nada, o un todo inexplicable. El lector encontrará resultados esperados, otros contraintuitivos, pero siempre liosos: la alexitimia, vienen a decir, predice parcialmente la enfermedad, pero no la sintomatología, que sí es explicada (parcialmente) por alguno de sus componentes, y más aún por el afecto negativo, pero no por el positivo, que tampoco entra en la ecuación de las enfermedades... En el apartado final, el de la discusión, si leemos entre líneas, los autores nos sugieren que habría que volver a empezar, la forma de recabar datos sobre la enfermedad no es la idónea. O por centrarnos en el concepto que nos atrajo, la puntuación global del TAS no correlacionaba con la sintomatología somática (ESS), pero sí lo hacían dos de los cuatro componentes de la alexitimia; si bien uno de forma positiva y el otro de forma negativa. El trabajo ni lo escogimos adrede, como queda explicado, ni creemos que sea excepcionalmente malo, más bien parece el trabajo medio de lo publicado en España - en una de las revistas de Psicología más divulgadas-, y sobre un tema, el de la vulnerabilidad (diatesis-estrés), que en estos momentos está generando mucho trasiego investigador en nuestros departamentos universitarios. Más papel. |